Autora | Raquel C. Pico
Cada vez que se hace una cata arqueológica en una ciudad cualquiera se encuentran deshechos. Llevamos siglos, milenios, generando basura, que se han convertido en no pocas ocasiones en la base de montañas urbanas o hasta del pavimento de nuestras urbes. Los residuos fueron uno de los problemas higiénicos más intensos a los que las ciudades han tenido que enfrentarse a lo largo de la historia y siguen siendo ahora uno de sus principales retos, también ahora desde el prisma de la sostenibilidad y el impacto medioambiental.
La pregunta de qué hacemos con la basura sigue siendo acuciante, aunque ahora se proponen alternativas como las estrategias de residuo cero.
Una montaña de basura urbana
Las ciudades tienen un papel clave en la generación de basura, uno que es muchas veces olvidado o cuyos efectos se encuentran un tanto invisibilizados. Algunos cálculos estiman que el impacto medioambiental de cada kilo de residuos de comida que se tiran en los vertederos equivale al de quemar un litro de petróleo. Aun así, pocas personas piensan en lo que se acumula en su cubo de basura cuando reflexionan sobre los elementos con una mayor huella.
Según cifras del Banco Mundial, cada año se generan 2.010 millones de toneladas de residuos urbanos. Si lo repartiésemos entre todos los habitantes del planeta saldría a poco menos de un kilo por persona al día, pero lo cierto es que la huella de la basura es diversa. En los países que generan más residuos urbanos puede llegar hasta los 4,54 kg por cabeza.
El problema no está solo en estas ingentes cantidades de residuos urbanos, sino también en qué ocurre con ellos. Ahora mismo, un 33% de esta basura (y el Banco Mundial alerta que esta es la cuenta más conservadora: la cifra podría ser peor) acaba en vertederos inseguros. En líneas generales, la basura urbana se tira en vertederos, en la mayor parte abiertos. Solo el 19% se recicla o se composta.
Las cifras podrían ir a peor en el futuro si no se hace nada para remediarlo: en 2050, se calcula que se generarán 3.400 millones de toneladas de basura.
Cuál es la estrategia de residuos de las ciudades
Por tanto, las ciudades tienen un papel fundamental a la hora de afrontar este problema. Casi se podría decir que la respuesta solo puede pasar por una estrategia que arranque a nivel municipal.
Las normativas de algunas regiones ya lo evidencian y crean marcos para que, desde los municipios, y en especial desde las ciudades, se trabaje en este terreno. En abril de 2025 entró en vigor en la Unión Europea la Ley de Residuos y Economía Circular, impulsada por la Comisión Europea.
La normativa habla de “sistemas de pago por generación de residuos“, lo que asegura que se tendrá en cuenta cómo y cuánto reciclas para pagar impuestos municipales. De ese modo, se premia que la ciudadanía separe bien y genere menos residuos. Si bien existen dudas en algunas regiones y ciudades sobre cómo se va a aplicar, la norma cambia las cosas. Por lo de pronto, ya ha impulsado que muchas ciudades europeas se lancen a la recogida de compost.
Más allá del cumplimiento de las normas municipales, algunas ciudades están cambiando las cosas para mejorar su eficiencia medioambiental y para reducir la huella. La incineración ha sido uno de los caminos habituales para gestionar la basura durante las últimas décadas. Se ve como una solución rápida, aunque no lo es, como advierte un análisis de C40. En realidad, apuntan, es cara, produce emisiones y hace que la gente recicle menos. Lo mejor es trabajar el reciclaje, la separación y, sobre todo, la reducción de la basura. Algunas ciudades, como Tallin, están cambiando los vertederos por economía circular, y la basura es un punto de partida para generar energía limpia.
Con todo, los mejores residuos son los que no existen. Ahí entran las ciudades que trabajan para lograr el objetivo de residuo cero. Ya existen Ciudades y Pueblos Residuo Cero, certificadas por la Alianza Residuo Cero. Son más de 400 ciudades europeas y tienen detrás 10 años de trabajo.
Qué es ser residuo cero
El propio nombre evidencia a qué se aspira: las estrategias residuo cero buscan eliminar la propia aparición de los residuos, minimizándolos al máximo. En lugar de entrar en un ciclo de consumir y tirar, se impulsan alternativas. Así, se trabaja la economía circular, en la que el fin de la vida de un objeto lo devuelve al ciclo de las materias primas; la reparación de productos, para darles una vida útil más intensa; o el compostaje. La clave es bajar el total de residuos.
Para hacer este viaje hacia el residuo cero, la asociación Zero Waste recomienda tres vías o líneas maestras que encajan con esas ideas. Es reducir y reusar, diseñar los productos para la circularidad y potenciar la recogida separada de residuos.
Poner en marcha una estrategia residuo cero
Aun así, una cosa es la teoría y otra la práctica. A la hora de aplicarlo sobre el terreno, recomiendan sobre todo conectar con la comunidad y también hacer un trabajo constante.
La Alianza Residuo Cero habla de cuatro grandes pasos que siguen las ciudades y pueblos que participan en su iniciativa: empieza con el compromiso, sigue con implementación, se consagra con certificación como pueblo o ciudad residuo cero y finaliza con la monitorización y optimización constantes. De hecho, los municipios que participan hacen mejoras anuales y se someten a una auditoría cada 3 años.
Los beneficios son muchos. Las ciudades y su estrategia de recogida de residuos ganan en confianza y credibilidad entre la población, se dotan de una garantía de cumplimiento normativo, optimizan la relación calidad precio de su recogida de residuos urbanos y ganan en protección del medio ambiente y salud, asegurándose que cumplen con sus objetivos climáticos.
Casos de éxito
Lograr resultados es posible. Cerdeña (Italia) pasó de estar a la cola de la UE en separación de basuras en 2003 (solo separaban el 3,8%) a situarse en buenos datos década y media después. Para ello crearon políticas públicas, optimizaron la recolección de residuos (con hasta acciones puerta a puesta) o lanzaron incentivos fiscales para los ayuntamientos.
Kiel (Alemania) ha puesto en marcha más de un centenar de medidas para reducir la huella de residuos de su población, como ayudas para comprar pañales reutilizables, la prohibición de uso de cosas de usar y tirar por parte de los organismos públicos o hasta la reutilización del pelo que cortan en las peluquerías como material de filtrado. Esperan bajar en un 15% la media por persona en 2035, al tiempo que incentivan la reducción en espacios y eventos públicos.
Otros dos casos de éxito llegan desde Japón, con las 45 categorías que usan los habitantes de Kamikatsu para separar sus basuras o la tasa de reciclaje del 80% que alcanzaron en Osaki, un porcentaje astronómico en relación a muchos municipios con planes de reciclaje bien desarrollados.
Por su parte, Hernani (España) se convirtió en pionera en evitar la incineración de residuos más de una década atrás y potenciar el reciclaje, gracias a un compromiso de base social. Usan la recogida selectiva puerta a puerta y entregan a la ciudadanía materiales reutilizables, como pañales, bolsas o tuppers para hacer la compra.
Fotos | Jack Blueberry, zibik