Autora | Raquel C. Pico
Para alcanzar los objetivos de calentamiento global recomendados por organismos como el IPCC, la descarbonización del planeta es fundamental. El punto de partida para lograrlo para por reducir las emisiones de carbono, pero también por afrontar el histórico de emisiones que ya se han realizado. Así, no solo están emergiendo soluciones energéticas que intentan ofrecer fuentes de energía alternativas y verdes, sino también herramientas que abordan qué hacer con lo que ya se ha emitido. Es ahí donde entra en juego la captura directa de aire (o DAC, por sus siglas en inglés).
Algunos países ya han incluido la DAC entre las propuestas de descarbonización que estimulan tanto con cambios legislativos como con incentivos fiscales o económicos. Desde la propia industria energética, también se ve con buenos ojos su potencial, algo que se ha mantenido de forma estable en la última década
Hace unos años, un CEO del sector señalaba que esta era “la mayor oportunidad” que había visto en las dos décadas que llevaba haciendo inversión de capitales, como recoge The New York Times. Ahora, y a pesar de los cambios en geopolítica de los últimos años, la industria sigue pensando lo mismo, como confirma un análisis de The Verge.
La anterior administración estadounidense incentivó la DAC dentro de sus planes de descarbonización y no parece que las cosas vayan a cambiar con la nueva, puesto que, como señalan los analistas con los que ha hablado el medio, sigue siendo una oportunidad de negocio.
Así, si en 2022 se contabilizaban a nivel global18 plantas de captura directa de aire (situadas en Europa, Canadá y Estados Unidos), un paper de la EFI Foundation ya elevaba esa cuenta en 2024 a 2027. La industria de las soluciones de energía conectada con la DAC aglutina ya a 180 empresas y, según sus estimaciones, el 90% del crecimiento del sector se ha producido en los últimos 5 años.
De qué hablamos cuando hablamos de la DAC
La idea de capturar el carbono del aire no es exactamente nueva. De hecho, no es algo que haya arrancado con el proceso de descarbonización, sino que forma parte de los propios procesos de la naturaleza. El planeta cuenta con grandes sumideros naturales de carbono, como son los océanos o los bosques.
Lo que ahora se propone es capturar el dióxido de carbono que está ya en el aire usando infraestructuras específicas. Los defensores de estas tecnologías señalan que hacerlo es fundamental no solo para cumplir con los objetivos de descarbonización sino también para frenar el impacto que tiene ahora ya la alta presencia de CO2 en la atmósfera en la emergencia climática. Esto es, sería tanto una inversión a futuro como una para paliar uno de los grandes problemas del presente.
Cómo funciona la captura directa de aire
La captura directa del aire es una de las opciones para extraer CO2 de la atmósfera. Otra es la captura postcombustión, que se emplea sobre todo en industrias que generan muchas emisiones y que evita que ese dióxido salga ya al aire.
En cierto modo, se podría simplificar la explicación de en qué consiste la captura directa de aire como la creación de un filtro que se encarga de purificar el aire. El aire pasa por el filtro y este separa, usando o absorbentes líquidos o absorbentes sólidos, el carbono. En teoría, cualquier lugar vale para usar la DAC, pero lo más eficiente es situar estas infraestructuras en aquellas áreas que ya cuentan con una elevada concentración de emisiones. Quizás esto podría posicionarla como una de las tecnologías emergentes para las smart cities.
Las infraestructuras de captura de dióxido permiten luego reutilizarlo. Sus usos potenciales son muy variados, desde la carbonización de bebidas a la fabricación de fertilizantes. Incluso, podría tener aplicaciones en la industria de la energía. Cuando no se reutiliza, se realizan lo que se conoce como “secuestro de carbono”. El CO2 capturado es almacenado en un entorno subterráneo para evitar que vuelva a la atmósfera. Aun así, este último punto no es tan simple, porque para almacenar el carbono se necesitan tanto una formación rocosa concreta (y que no siempre está disponible) como una cierta profundidad mínima.
Las cifras de la captura directa de aire
La EFI Foundation estima que las capacidades de captura de carbono de la DAC ronda, ahora mismo, los 15 millones de toneladas por año. Dos tercios se produce en Estados Unidos, donde las infraestructuras de captura directa de aire eliminan 10 millones de toneladas.
En general, las plantas operativas —tanto en EEUU como en el resto del mundo— operan a pequeña escala y capturan por debajo de 1.000 toneladas por año. Solo cinco plantas han logrado superar esa cifra: tres están en Estados Unidos y dos en Islandia. Una de estas últimas es la de Mammoth, la de mayor capacidad del planeta.
El reto del uso de energía
Posiblemente, este tamaño se explica por uno de los grandes retos de estas infraestructuras. Las plantas de captura directa de aire tienen un elevado coste energético. Algunas estimaciones apuntan que, de media, cada tonelada de dióxido capturado obliga a gastar entre 5 y 10 gigajulios de energía. Dado que los diferentes absorbentes empleados necesitan ser calentados a altas temperaturas para poder operar, requieren mucha energía.
En estos momentos, se está intentando cubrir estas necesidades con fuentes alternativas de energía y renovables, pero es posible que la oferta de energías renovables se quede corta en algunas zonas para responder a las necesidades de sus plantas DAC y poder alcanzar así un mayor volumen de descarbonización. Hay quien se plantea el uso de combustibles fósiles para alimentar estas plantas, pero en ese momento dejarían de poder ser consideradas infraestructuras verdes al no usar energías limpias. Se abriría igualmente la paradoja de que la solución de descarbonización estuviese usando una fuente energética con un peso importante en las propias emisiones de carbono.
Los problemas de la DAC
El coste energético no es el único problema potencial al que se enfrentan las infraestructuras de captura directa de aire. También se podría poner en cuestión su eficiencia, dado que el CO2 está más diluido en la atmósfera de lo que está en los puntos de emisiones (donde se aplica la ya mencionada captura postcombustión) y esto hace que el esfuerzo necesario para poder extraerlo sea mayor. Una de las preguntas clave es si compensa optar por este proceso en la descarbonización en lugar de ir al corazón mismo del problema.
Igualmente, los costes económicos son elevados. Esta es una tecnología cara, con una horquilla de coste asociado de entre 250 y 600 dólares por cada tonelada de dióxido extraída. Aunque se espera que los precios bajen en los próximos años, otras alternativas de descarbonización —como las estrategias de reforestación para crear sumideros naturales— salen más baratas. Lo que puede ayudar a la DAC es que algunas grandes empresas, como Amazon o Microsoft, se han comprometido ya a pagar por la extracción de ciertas cantidades de carbono.
Estos retos no son los únicos que señalan las voces críticas. Las organizaciones ecologistas también indican que apostar por la captura de dióxido puede hacer perder de vista el objetivo original, que era la reducción de emisiones.