Autora | Lucía Burbano
A pesar de que le queda poco para ser centenaria, Villa Savoye, obra del prestigioso y venerado Charles-Edouard Jeanneret, alias Le Corbusier, sigue siendo un referente de la modernidad aplicada a la vivienda. Además, resume perfectamente el ideario del arquitecto suizo, sirviendo como ejemplo atemporal de que estética y funcionalidad pueden ir de la mano. Tanto es así que muchos de sus fundamentos siguen inspirando a incontables arquitectos modernos.
El flechazo de la familia Savoye con la arquitectura de Le Corbusier
El proyecto de la villa Savoye nació cuando el matrimonio formado por Pierre y Eugénie Savoye quedó impresionado con el trabajo que el arquitecto suizo realizó en Villa Church, en Ville-d’Avray, y le encargaron una casa familiar de fin de semana para su espacioso terreno de diecisiete acres en Poissy.
Los Savoye, además, contaban con un presupuesto importante y carecían de demandas preconcebidas respecto al diseño, lo que permitió que Le Corbusier pudiera poner en práctica muchas de sus teorías arquitectónicas de los años veinte.
El arquitecto basó su propuesta en su diseño “Dom-Ino”, un sistema estructural ideado para paliar el déficit de viviendas a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Su característica principal es un armazón que soporta las plantas y la escalera y que, gracias a la fabricación estandarizada de sus elementos, pueden combinarse entre sí, lo que permite una gran diversidad de agrupaciones.
El diseño final se aprobó en diciembre de 1928, con un presupuesto de 487.000 francos. Las obras comenzaron en abril de 1929 y el matrimonio se instaló en la villa en la primavera de 1931.
El diseño de la Villa Savoye, un referente de la modernidad
El arquitecto concibió la villa como un “paseo arquitectónico”, organizando el movimiento de manera que los espacios se despliegan a medida que se avanza por su interior, cambiando constantemente y ofreciendo nuevas vistas tanto interiores como exteriores. La circulación bidireccional la facilita una rampa situada en el centro del edificio y una escalera.
Para esta rampa, Le Corbusier se inspiró en la arquitectura tradicional de tierra de Oriente Próximo, tal y como reflejó en su Oeuvre complète, que recoge sus diseños realizados entre 1910 y 1929: “la arquitectura árabe nos da una valiosa lección. Se aprecia caminando, con los pies, ya que es caminando, moviéndose, como vemos desarrollarse las ordenanzas de la arquitectura”.
Los espacios habitables se concentran en las dos plantas superiores, que disfrutan de amplias vistas del exterior. La planta baja se destina a coches y servicios. Curiosamente, la geometría del zócalo central de la entrada a la villa se definió según el radio de giro de una limusina, para que pudiera circular por la casa sin necesidad de dar marcha atrás.
Para Le Corbusier, la vivienda debe ser funcional pero proporcionar una arquitectura “pura, limpia y sana”, que consigue gracias a la ventilación natural y a la interacción constante entre el interior y el exterior.
Los cinco puntos para una nueva arquitectura
Pero si por algo es conocida la Villa Savoye y por lo que mantiene su estatus de icono dentro la arquitectura moderna, es por cumplir con los cinco puntos ideados por Le Corbusier, una lista de requisitos funcionales para los edificios en la era de las máquinas que se convertiría en un vocabulario estilístico universal para la arquitectura.
1. Los “pilotis”
Es el nombre que reciben los pilotes utilizados en la arquitectura moderna para elevar un edificio. Este proceso libera gran parte de la superficie, elevando los niveles habitables para dar la sensación que la casa ‘flota’ en el aire. También proporciona más luz y una vista diferente del paisaje circundante.
En la villa Savoye, estos pilotes son finos, blancos y de hormigón armado y sirven de estructura de base vertical del edificio.
2. Tejado jardín
Le Corbusier elimina los tejados inclinados gracias al hormigón armado. En su lugar, se disponen terrazas planas accesibles diseñadas como un espacio único al aire libre que pueden transformarse en zonas ajardinadas.
En la villa Savoye, esto sucede a dos niveles. En el primero, las ventanas correderas del salón se abren a un jardín colgante que aporta luz natural al interior y cubre un tercio de la superficie del edificio. En el segundo nivel hay un solárium de 70 m2 al que se accede por una rampa.
3. La planta libre
Este tercer punto es crucial, ya que se opone radicalmente al diseño tradicional de edificios. En lugar de utilizar muros de carga, que deben superponerse de planta en planta, Le Corbusier separa las funciones estructurales, optando por colocar el peso de la casa sobre postes y losas espaciadas uniformemente.
Como resultado, la distribución interior es completamente libre. Los tabiques se disponen en función de las necesidades y los efectos requeridos, como el salón de 6 por 14 metros.
4. La fachada libre
Como en el punto anterior, se trata de romper con los códigos tradicionales para liberar espacio, en este caso, de la envolvente del edificio, que es independiente de la estructura, con los pilares retranqueados y el suelo expuesto en voladizo. La fachada se convierte así en una pared delgada y ligera.
También en este caso, la posición y el tamaño de las aberturas vienen dictados únicamente por las necesidades de luz natural y los gustos estéticos. Las cuatro fachadas de la Villa Savoye son casi idénticas, una ruptura deliberada con las convenciones clásicas que roza la abstracción.
5. Ventanas horizontales
Además de liberar la planta y la fachada, el uso de hormigón también ha eliminado la necesidad de dinteles. Como resultado, las aberturas de las ventanas se extienden ininterrumpidamente de un extremo a otro de la casa.
Su longitud completa ofrece vistas panorámicas de los alrededores y una luz natural nunca antes vista. Hoy en día siguen siendo el sello distintivo de la arquitectura moderna.
Un monumento nacional
En 1940, la villa fue requisada por los alemanes y los Savoye dejaron de utilizarla. Tras la guerra, su existencia se vio amenazada por la reconstrucción y la urbanización, ya que el ayuntamiento proyectó instalar en el lugar un instituto de enseñanza secundaria.
En 1958, su demolición era inminente, pero la comunidad arquitectónica internacional reclamó su protección. Le Corbusier recurrió directamente a André Malraux, entonces Ministro de Asuntos Culturales.
Malraux, amigo de Le Corbusier y defensor de su arquitectura, se implicó personalmente en la protección de la Villa Savoye. En 1962, el Estado compró la villa y el 12 de diciembre de 1965, cuatro meses después de la muerte de Le Corbusier, fue declarada Monumento Histórico.
Su importancia dentro la arquitectura moderna se traduce en su número de visitantes: unas 40.000 personas que, anualmente, se acercan hasta Poissy para experimentar de primera mano esta joya de la arquitectura moderna.