Autor | Eduardo BravoDesde que la covid-19 hiciera aparición en la localidad china de Wuhan entre diciembre de 2019 y enero del 2020, los drones se revelaron como un método eficaz para controlar a la población en el confinamiento decretado por las autoridades. De este modo, dispositivos voladores dotados de cámaras de vídeo y dirigidos de forma remota sobrevolaron diferentes localidades para informar a tiempo real sobre qué ciudadanos desobedecían el confinamiento, conminarlos a regresar a sus casas y, llegado el caso, sancionarlos.Lo mismo sucedió en España donde, desde que se decretó en el país el estado de alarma y la cuarentena, la policía ha utilizado drones equipados con altavoces para informar a la población de las restricciones en vigor y reprender a aquellos que estaban cumpliendo las normas. Sin embargo, junto con su uso represivo y de control social, los drones han demostrado ser un medio útil para combatir la pandemia y facilitar los nuevos usos sociales derivados de la llamada nueva normalidad.Si bien todavía se desconocen muchas particulares del coronavirus, las informaciones de la Organización Mundial de la Salud y otras instituciones relacionadas con la salud pública coinciden en que al patógeno se transmite por contacto. Mantener la distancia social es, por tanto, una de las medidas a seguir en los próximos meses y que condicionará tanto las relaciones de los ciudadanos entre sí como las de estos con los cuerpos de seguridad o los servicios médicos.Hace unos meses, los medios de comunicación daban cuenta de las pruebas que Amazon estaba realizando para repartir sus paquetes con drones. En su momento estas innovaciones, que parecían cosa de ciencia ficción, buscaban únicamente mejorar el servicio y abaratar los costes empresariales, sin embargo, en la actualidad este tipo de tecnología servirá para evitar la propagación del virus. De hecho, también los servicios médicos están experimentando con drones dotados con sensores térmicos para detectar contagiados, hacer seguimiento de pacientes en cuarentena o entregarles medicamentos. Por último, los drones han sido utilizados para llevar a cabo tareas que hubieran resultado peligrosas para los operarios encargados de ellas como la desinfección de zonas contaminadas de coronavirus.No obstante, la innegable utilidad de los drones en la nueva normalidad choca con una serie de problemas derivados tanto de la novedad de la tecnología como de la antigüedad de los entornos urbanos. El problema principal radica en que las legislaciones estatales sobre el uso del espacio aéreo común son tan recientes como los drones y no del todo completas. En ellas se recogen los requisitos para ser piloto pero no nuevas realidades como la posibilidad de que sean operados por inteligencias artificiales capaces de interpretar el plano de la ciudad, tanto por la superficie como por el subsuelo, pues uno de los usos de esta tecnología es rastrear las alcantarillas allí hasta donde es posible.Ese es otro de los problemas del uso de drones en la nueva normalidad: que los núcleos urbanos convencionales no siempre están preparados para acoger este tipo de tecnologías. Su diseño no programado, fruto de la superposición épocas y normativas hace que las calles sean demasiado estrechas o que los edificios no permitan que esos drones lleguen a, por ejemplo, las viviendas interiores.En esos casos, el acceso solo es posible a través de un patio de manzana, lo que requerirá una orden judicial, la autorización expresa de las comunidades de propietarios o esa regulación ad hoc que establezca una nueva servidumbre en beneficio de estos nuevos dispositivos. Retos y situaciones que deberán ser resueltos por las ciudades inteligentes no ya del futuro sino del presente.Imágenes | nextvoyage, StockSnap, DJI-Agras, Powie | AnaPilar
De la promesa al progreso: estas ciudades están alcanzando sus objetivos climáticos