Autora | Elvira Esparza
La expresión cambio climático describe la variación a largo plazo de la temperatura y los patrones climáticos de la Tierra, cuyas consecuencias se traducen en grandes sequías e inundaciones, deshielo polar y aumento del nivel del mar, entre otros fenómenos. Ante estas situaciones cada vez más frecuentes, surge la resiliencia climática como la capacidad que tiene la sociedad para prepararse, recuperarse y adaptarse al cambio climático.
La temperatura media de la superficie terrestre ha aumentado 1,2 ºC desde finales del siglo XIX. Este aumento de la temperatura se produce por causas naturales, pero se ha acelerado por la actividad humana, principalmente por el uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas. Al quemarse los combustibles fósiles liberan dióxido de carbono que provoca el calentamiento del planeta.
Como consecuencia de este calentamiento se producen otros fenómenos meteorológicos extremos como grandes sequías y tormentas, olas de calor, aumento del nivel del mar por el deshielo de los glaciares o acidificación de los océanos, que tienen un gran impacto en la sociedad.
Es necesario tomar medidas para mitigar el cambio climático porque sus efectos afectarán al 80% de los más pobres del mundo, el rendimiento agrícola se reducirá hasta un 30% para 2050 y aumentará el nivel del mar en 2,5 metros por el deshielo de la Antártida, lo que afectará a casi dos tercios de las ciudades del mundo situadas cerca de la costa. El coste de las catástrofes relacionadas con el clima se incrementará hasta 2,7 billones de dólares en los próximos 20 años, según la Red de Red de Resiliencia Climática (CNR).
¿Qué es la resiliencia climática?
La resiliencia climática consiste en afrontar y gestionar con éxito los impactos del cambio climático, evitando que se agraven. Se trata de maximizar la capacidad de adaptación a fenómenos como inundaciones, sequías o aumento del nivel del mar con el fin de proteger el bienestar de la sociedad, preservar los ecosistemas y garantizar la sostenibilidad económica.
El punto de partida para frenar el cambio climático es reducir las emisiones de carbono que provienen principalmente de la quema de combustibles fósiles, porque el dióxido de carbono en la atmósfera ha aumentado un 50%. Esta reducción se consigue con la sustitución de las energías fósiles (carbón y gas) por fuentes renovables; el uso de vehículos eléctricos y del transporte público. No obstante, aunque estas iniciativas contribuyen a frenar el cambio climático, es necesario adaptarnos a este cambio para protegernos de su impacto.
Cómo fomentar la resiliencia climática
Para garantizar la resiliencia climática es necesario combinar las medidas para reducir las emisiones de carbono con acciones de adaptación a los cambios climáticos inevitables. Las principales medidas serían:
- Protección de los ecosistemas. Los humedales, manglares y bosques crean barreras frente a inundaciones y tormentas, capturan carbono y fomentan la biodiversidad, contribuyendo a la estabilidad del planeta.
- Cambios en el consumo. Incluyen el fomento de la reutilización, reparación y reciclaje de los productos para reducir el consumo.
- Fomento de las infraestructuras resilientes. Consiste en diseñar y reforzar las redes eléctricas, de transporte y agua para que puedan soportar los efectos del cambio climático, a través del uso de materiales sostenibles y tecnologías que reduzcan el impacto ambiental.
- Desarrollo de cultivos y ganados resistentes. Se centra en investigar los cultivos y razas ganaderas que son más resistentes a las condiciones climáticas extremas.
- Innovación tecnológica. El uso de la inteligencia artificial, el big data y los sistemas de monitorización en tiempo real, permiten predecir y paliar los riesgos climáticos de manera más efectiva. Además, facilitan soluciones para la planificación urbana y la gestión de recursos hídricos.
- Planificación urbana resiliente. El diseño de ciudades resilientes se apoya en la existencia de espacios verdes con árboles, edificios y viviendas sostenibles.
- Participación social. Contempla el fomento de la solidaridad y el apoyo mutuo dentro de las comunidades y la participación de los ciudadanos en la planificación y ejecución de medidas adaptativas para aumentar la conciencia sobre la importancia de actuar frente al cambio climático.
Ejemplos prácticos de resiliencia climática
Existen diversos proyectos en todo el mundo que demuestran cómo la resiliencia climática puede aplicarse de manera efectiva, tanto en las ciudades como en el campo:
- Copenhague ha rediseñado los espacios públicos creando plazas y parques que funcionan como depósitos temporales de agua para reducir el impacto de las lluvias torrenciales. Tokio ha optado por crear jardines y sistemas de retención de agua en las azoteas de los edificios altos para conseguir el mismo fin.
- Ámsterdam ha implementado sistemas de drenaje innovadores y áreas verdes que reducen el riesgo de inundaciones.
- Melbourne se prepara para la sequía con la construcción de una planta desalinizadora que cubre un tercio de las necesidades anuales de la ciudad.
- Brasil ha apostado por la reforestación de la selva amazónica para mitigar el cambio climático y proteger la biodiversidad.
- Kenia se ha centrado en el desarrollo de una agricultura climáticamente inteligente usando técnicas agrícolas adaptadas a climas extremos, como el uso de cultivos resistentes a la sequía y prácticas de conservación del suelo, para asegurar la producción de alimentos.
