Autora | Raquel C. Pico
Los aeropuertos son uno de los puntos candentes de la movilidad urbana. Los de algunas ciudades en concreto son, además, protagonistas de historias un tanto sorprendentes, marcadas por la orografía, la geografía o, a veces, las arriesgadas decisiones de construcción que se tomaron en sus inicios. Esto es lo que ocurre con el aeropuerto de Kansai, Japón, que se levantó en el mar y que está viendo progresivamente como el océano se va comiendo, por así decirlo, sus cimientos.
El aeropuerto de Kansai es un aeródromo de récords. Su terminal es la más extensa del mundo. Igualmente, tiene el deseado honor de ser el aeropuerto que nunca ha perdido una maleta. De hecho, en 2024 le dieron uno de los galardones de los World Airport Awards, de Skytrax, justo por su buena gestión del equipaje: no solo no ha perdido maletas, sino que además consigue ponerlas en la cinta de entrega en el tiempo mínimo de 15 minutos desde que aterriza el avión.
Por supuesto, lo más impresionante de estas cifras es que lo logra a pesar de su ingente operativa. Está abierto 24 horas y es una pieza clave para tráfico aéreo tanto internacional como doméstico en Japón. Las estadísticas oficiales de la compañía que lo gestiona señalan que cada año pasan por sus instalaciones 28 millones de pasajeros.
Aun así, lo que hace a este aeropuerto material para titulares es que la isla artificial en la que está se está hundiendo progresivamente en el mar.
Por qué construir un aeropuerto en el mar
En el arranque de la aviación comercial, la idea de crear aeropuertos en el mar no era exactamente sorprendente. En los años 20, existían proyectos para la creación de aeropuertos marítimos, en los que los aviones amerizarían y que servirían para crear redes de destinos repartidos por zonas clave. Sin embargo, la historia del Aeropuerto Internacional de Kansai es mucho más prosaica y las razones por las que se situó en el océano tienen más que ver con los problemas de congestión aérea del siglo XX que con las esperanzas futuristas de hace cien años.
El Aeropuerto Internacional de Osaka, también conocido como Aeropuerto de Itami, había alcanzado su límite de tráfico. Estaba congestionado ya en los años 60, pero no podía ser ampliado tanto por la propia realidad urbana (el aeropuerto estaba demasiado integrado en la geografía urbana y rodeado de edificios) por las normas de la zona en la que se asentaba en materia de polución acústica. Se decidió entonces crear un nuevo aeropuerto y hacerlo en una zona en la que se asumía no molestaría a nadie: en el mar.
La idea de situar un aeropuerto en la bahía de Osaka era futurista e innovadora, pero requería establecer una estructura sólida para asentarlo. Esto es, el aeropuerto iba a necesitar un suelo firme. Si bien otras iniciativas de construcción en el mar han usado islas flotantes, para crear el aeropuerto de Kansai se levantaron islas artificiales (y reales). En un primer momento, fue una única isla, construida durante una década de trabajo en los 80 mediante el vertido de materiales sobre el lecho marino.
El problema estaba en el propio lecho marino, con una capa superior de arcilla que iba a ceder a la presión. Era algo que el propio proyecto inicial sabía, pero las estimaciones apuntaban que ese proceso sería lo suficientemente lento como para que compensase. No lo fue: la realidad no se ajustó a las proyecciones y la isla empezó a hundirse mucho más rápido de lo que se esperaba. En sus ocho primeros años, se hundió 12 metros, lo que llevó a tener que reajustar el proyecto para ralentizarlo.
El aeropuerto de Kansai se convirtió así en una de las obras más caras del mundo. Algunas estimaciones hablan de que, a 2008, se había invertido un total de unos 20.000 millones de dólares para construir las islas y el aeropuerto y, sobre todo, para evitar que el mar se los comiese.
Cómo solucionar el problema
Pero ¿por qué no abandonar un aeropuerto que se está hundiendo y la isla artificial sobre la que está? Ahora mismo, sería imposible. El aeropuerto de Kansai es uno de los principales hubs aéreos de Japón, así que se han aplicado a usar la ingeniería y la innovación para resolver el problema en lugar de tirar la toalla. De hecho, desde que se inauguró en 1994 el aeropuerto ya ha vivido una ampliación.
La solución ha pasado por la tecnología, tanto para hacer un seguimiento a la situación como para ponerle freno. De ese modo, emplean sistemas de monitoreo, que van recogiendo datos en tiempo real y ayudan a predecir qué ocurrirá. También utilizan sistemas de bombeo para redirigir el agua que las olas empuja a la isla y para eliminar la que se queda sobre la superficie del aeropuerto en caso de lluvias fuertes. Lo que buscan es, a largo plazo, cambiar cómo es la base del fondo marino sobre la que se asienta la isla. Así, bombean también la arena del fondo marino para intentar que la arcilla se endurezca más rápido, como explican en la propia web corporativa del aeropuerto.
Toda la información que está generando este aeropuerto sirve para entender mejor los retos de este tipo de construcciones y, de hecho, ya se ha usado en el proyecto de otro aeropuerto en Japón, el Chubu Centrair International.
¿Cuándo se hundirá el aeropuerto de Kansai en el mar?
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Con todo, la gran pregunta es si será suficiente. Una investigación de 2015 realizada por ingenieros estadounidenses (y criticada por sus colegas japoneses, ya que no tenía en cuenta, pensaban, los esfuerzos que se realizan para frenar la tendencia) pronosticó que la infraestructura acabará sucumbiendo ante las aguas: en 2058, al menos una de sus dos pistas estará sumergida en el océano. Como le explicaba a The New York Times uno de sus responsables, podría ser incluso antes por los efectos del cambio climático.
Hundirse en el mar no es el único problema
Este último punto es importante porque hundirse en el mar por la propia naturaleza de su construcción no es el único reto al que debe enfrentarse esta isla artificial. Al estar en una zona de terremotos, el aeropuerto de Kansai y su isla artificial deben ser resilientes ante estos fenómenos, aunque ya han demostrado con experiencias prácticas que lo son. La experiencia de Fukushima demuestra que Japón debe prepararse ante los desastres.
Más complicada es su situación ante los tifones. En 2018, el tifón Jebi afectó de forma especial al aeropuerto, inundando la terminal y haciendo que el mar invadiese la pista de despegue. Un barco chocó contra el puente que une el aeropuerto con tierra firme y lo dañó, lo que dejó a los pasajeros en una situación precaria. Como le decía entonces uno de esos viajeros a la prensa, “estábamos atrapados”. Dado que el cambio climático está haciendo que los fenómenos meteorológicos extremos sean más habituales, cabe pensar que el aeropuerto tendrá que enfrentarse en el futuro a más situaciones parecidas. Adaptarse al cambio climático es uno de los grandes retos de las ciudades del siglo XXI.
Igualmente, los efectos de Jebi se vieron como una advertencia no solo del tiempo extremo, sino también del coste que puede tener la subida del nivel del mar. Aquí, el aeropuerto de Kansai no está solo. Una cuarta parte de los aeropuertos más transitados del mundo están solo 10 metros por encima del nivel del mar, según un estudio del Airports Council International y OpenFlights.
