Museo Guggenheim Bilbao: 9 razones por las que merece su fama mundial entre otros edificios icónicos

Museo Guggenheim Bilbao: 9 razones por las que merece su fama mundial entre otros edificios icónicos

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Autores | M. Martínez Euklidiadas, Raquel C. Pico

El Museo Guggenheim Bilbao (España) es conocido por lo novedoso de su arquitectura y la belleza de sus formas. Tanto que ha servido de inspiración para arquitectos de todo el mundo, y usado en un sinfín de películas de ciencia ficción, lo que ha ayudado a convertirlo en uno de los edificios icónicos de las últimas décadas. Sus formas futuristas —un diseño de Frank Gehry que lo ha asienta como uno de los edificios más destacados de la arquitectura posmoderna en España— no son lo único relevante de un edificio que sirvió para poner a la ciudad que lo alberga en el mapa y fue el motor de un proceso de regeneración urbana. Aquí hay 9 razones por las que merece su fama mundial.

¿Por qué es famoso el Museo Guggenheim Bilbao?

edificios icónicos

El Museo Guggenheim Bilbao ha ganado más de 70 premios internacionales de más tipos de los que se tienen en mente cuando se suele hablar de él. Aunque muchos de ellos están relacionados con su diseño, la forma en que fue construido o el modo en que se opera a diario, también destaca en premios como la mejor web, mérito a las Bellas Artes, a la iluminación, a la accesibilidad global, a la RSC, al empoderamiento femenino o a accesibilidad web entre decenas más.

Algunos datos asombrosos sobre el Museo Guggenheim Bilbao

Se han seleccionado algunos de los datos más llamativos, pero menos conocidos del museo. Entre ellos destacan:

Una decena de museos Guggenheim

El Museo Guggenheim de Bilbao tiene varios hermanos mayores, igualmente edificios icónicos de pleno derecho: el Museo Solomon R. Guggenheim (1959) de Nueva York y el Museo Guggenheim de Venecia (1979). El nombre se lo dio la Fundación Solomon R. Guggenheim, que marcó la esencia de qué se debía esperar ya en el pionero Guggenheim de Nueva York. Este museo conjugó tanto el arte de su contenido como el de su forma, puesto que su icónico edificio en sí es una pieza de arte contemporáneo.

También existieron varios museos Guggenheim en Berlín de 1997 a 2012 y en Las Vegas de 2001 a 2008, cerrados por la fundación, y hubo varios intentos de abrir museos en Guadalajara (México), en Vilna (Italia) y en Helsinki (Finlandia) que no despegaron.

Actualmente, la Fundación Guggenheim tiene en marcha otros dos proyectos artísticos, un nuevo museo y una ampliación. Frank Gehry es el arquitecto detrás del futuro Guugenheim Abu Dhabi, que será “un experimento en diseño inventivo del museo del siglo XXI” y que usará elementos sostenibles. Por el momento, todavía está en construcción y sin fecha oficial de apertura.

A este proyecto se suma la ampliación propuesta del Guggenheim Bilbao, que se situará en la zona de Urdaibai y que el museo promete será una propuesta de arquitectura sostenible y respeto de la naturaleza. Las organizaciones ecologistas, como Greenpeace, critican, sin embargo, que el museo se vaya a instalar “en el corazón de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai”, en un zona crítica por su valor como ecosistema.

Más de 25 000 m2 de titanio

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La coraza que recubre el museo y que se ha convertido en uno de los elementos más reconocibles de esta pieza de arte contemporáneo está compuesta por casi 33.000 planchas de titanio que, según los organizadores del museo, “consigue un efecto rugoso y orgánico, al que se suman los cambios de tonalidad del material según la atmósfera reinante”.

En palabras de Juan Ramón Pérez, gerente de la obra del Museo Guggenheim de Bilbao, “el titanio fue elegido por su magnífica resistencia a la corrosión, su duración, su solidez y su increíble rango de tonalidades dependiendo de la intensidad y reflexión de la luz, que hace que del amanecer al crepúsculo su color vaya cambiando con el día”.

No cabe duda de que el color y las formas han supuesto un acierto para la presentación del edificio, que adopta una visual diferente según pasan las horas.

Adiós a la antigua zona industrial

Bilbao es el ejemplo de una ciudad que supo renovarse a tiempo —ciudades antes industriales como Mánchester o Detroit no tuvieron esta visión, tardando casi veinte años más en recuperarse— y el Guggenheim fue clave para ello. La zona en la que se erigió el edificio diseñado por Frank Gehry fue una antigua zona industrial en decadencia acelerada que ha sabido renacer como entorno cultural. El área, previamente devaluada, ha convertido a Bilbao en una potencia mundial en cuestiones culturales.

Alpinistas para la limpieza

Las fachadas del museo Guggenheim de Bilbao son irregulares y, por tanto, no es posible limpiarlas mediante góndolas convencionales. En su lugar, un equipo de alpinistas profesionales son los encargados de embellecer el edificio cada cierto tiempo y mantener impoluta esta pieza de arquitectura única.

Un diseño por ordenador adelantado a su época

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En la actualidad es frecuente, si no universal, que el diseño de cualquier edificio público se realice en un programa de ordenador, con foco en BIM. Sin embargo, cuando el edificio fue diseñado a comienzos de los años 90 del siglo pasado, digitalizar la estructura y usar CATIA fue toda una novedad. Este programa había sido usado en la industria aeronáutica francesa y era lo mejor que existía en la época.

Un esqueleto único en su clase

En la imagen previa se intuye la complejidad técnica de construir el Guggenheim, un museo en el que ni una sola de las fachadas es igual a ninguna otra. Lo cierto es que hizo falta no solo el uso de un software adelantado a su época, sino de técnicos que iban descubriendo nuevas formas de trabajar con elementos aparentemente comunes como los perfiles de acero. De estos destaca que tampoco hay dos iguales, lo que supuso un desafío técnico.

Puppy, la mascota vegetal

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Puppy es un perro de 12 metros y medio de altura constituido por decenas de miles de flores vivas. Un equipo de jardineros se encarga de cuidar su apariencia y adornarla según la época del año. Un complejo sistema de nutrientes las alimenta desde el interior. Puppy es la segunda creación de Jeff Koons en esta línea. El Puppy original está en Nueva York.

Un sistema de iluminación de primera

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Museo Guggenheim Bilbao es un museo de arte contemporáneo y, al tiempo, arte en sí mismo. Sus obras son objetos que requieren de una luz de alta calidad. Si bien es cierto que todos los museos del mundo han de priorizar esta sustancia, el Guggenheim lo hace de forma extraordinaria. De hecho, tiene varios premios internacionales debido a su luz interior.

Un pequeño ejército de mantenimiento

En el Guggenheim de Bilbao trabajan a diario casi 50 técnicos de mantenimiento y limpieza que aseguran que nada falle en esta pieza esencial de la arquitectura posmodernista. Sin ellos sería imposible mantener el sistema en marcha. “En el museo hay 7.500 puntos de luz y más de 2.000 tomas de corriente”, comenta Óscar Rábade Romero, Gestor de Mantenimiento y Limpieza del museo, añadiendo que “podemos estar hablando de unos 5.000 m2 de salas técnicas y pasillos”.

El Museo Guggenheim Bilbao es una máquina fascinante, y es completamente comprensible entender por qué otros países han tratado de emular la obra. Como Puppy, no solo es guardián del arte que contiene, sino que ya no puede evitar formar parte de la galería mundial.

El efecto Guggenheim: regeneración urbana vía cultura

Más allá del museo y de su entrada en la lista global de edificios icónicos, esta pieza de arquitectura posmodernista es también la protagonista esencial de lo que se conoce como “efecto Guggenheim” o “efecto Bilbao”. En cierto modo, como ocurrió con otros edificios icónicos, como la Villa Savoye, el museo fue un revulsivo arquitectónico, uno que sentó cátedra.

El caso de éxito del museo hace olvidar que, en su momento, nació rodeado igualmente de polémica. Lo hizo en 1997, tras una década de trabajo. Durante esos años, la cuenca del Nervión —en la que se sitúa este icónico edificio— había atravesado un proceso de reconversión industrial, que había generado paro, desencanto y una zona muy degradada a nivel medioambiental. Al tiempo, las últimas décadas del siglo XX fueron un período complejo en la historia de Euskadi: ETA estaba activa y la actividad terrorista era frecuente.

El contexto de Bilbao no era el mejor. Su marca ciudad era la de un lugar frío, lluvioso, no muy bonito y no necesariamente agradable. Todo eso cambió y el arte contemporáneo se convirtió (en paralelo a otros cambios en el contexto) en una pieza de soft power. “El Guggenheim Bilbao es el mayor ejemplo, en los últimos 50 años de la historia, de cómo el arte puede revitalizar una ciudad, uniendo la acción política, la imaginación y el mundo que nos ofrecen los artistas, con una ejecución impecable”, le decía a El País en el 25 aniversario del museo Richard Armstrong, director de la Fundación Solomon R. Guggenheim y del museo de Nueva York.

Cuando se celebraba el 25 aniversario del museo, se estimaba que, desde su apertura hasta finales de 2021, el Guggenheim había tenido un impacto económico desde su apertura de 6.516 millones de euros de gasto directo en la región. El turismo ha despegado igualmente en toda el área. El museo por sí solo recibió en 2024 1,3 millones de visitantes, un 67% extranjeros. Las estadísticas de visitantes que recibía Bilbao en 1996 hablan de 265.832 turistas.

Imitar el efecto Bilbao

Por otro lado, el éxito del museo y el impacto del edificio de Frank Gehry a la hora de crear marca ciudad llevaron a que muchas otras ciudades españolas apostaran por crear edificios icónicos como ganchos de atracción (desde la Cidade da Cultura de Santiago de Compostela al Centro Óscar Niemeyer en Avilés pasando por el bosque de acero de Cuenca). Si a Bilbao le funcionaba y si otras ciudades lograron que sus edificios icónicos fuesen su gancho, como Les Espaces d’Abraxas, estas urbes calcularon que nada les impediría lograr la regeneración urbana y el pico de turistas vía arquitectura única.

La mayor parte de las propuestas (aunque no todas) fallaron a la hora de repicar este éxito, porque se quedaron con lo más superficial (apostar por edificios icónicos) y obviaron lo más esencial (como dotar de contenido a las instalaciones o conseguir un efecto wow similar al del Guggenheim Bilbao). El estallido de la burbuja inmobiliaria en el marco de la crisis de 2008 también fue un punto de inflexión para estos proyectos que querían imitar el efecto Bilbao, porque redujeron al extremo o directamente eliminaron los fondos necesarios para en ocasiones terminarlos.

Fotos | Mikel ArrazolaJorge Fernández SalasJose María Ligero LoarteDorien MonnensDavid Vives

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