Autora | Lucía Burbano
Vanguardista desde su nacimiento, la visión del arquitecto Frank Lloyd Wright para el Museo Guggenheim y la valiente apuesta de su contratación por parte Hilla Rebay, asesora artística de Solomon R. Guggenheim, rompieron todos los esquemas conocidos hasta entonces sobre el diseño de museos.
Un siglo y varias décadas después, el Museo Guggenheim de Nueva York sigue conservando este espíritu rebelde, apostando por unir arte y tecnologías innovadoras, mientras que su arquitectura continúa igual de vigente.
El Guggenheim de Nueva York, ¿un edificio o una obra de arte?

Diseñado por el legendario arquitecto Frank Lloyd Wright, el Museo Guggenheim de Nueva York es una obra maestra de hormigón y de la arquitectura orgánica, cuya forma de espiral en la parte superior lo convierte en un espacio único para exhibir arte moderno.
Su historia comenzó en 1943, cuando el arquitecto recibió una carta de Hilla Rebay, asesora artística del coleccionista de arte y filántropo estadounidense Solomon R. Guggenheim, en la que le pedía que diseñara un nuevo edificio para albergar la colección de arte radical de Guggenheim desarrollada por artistas como Vasily Kandinsky, Paul Klee y Piet Mondrian.
El único requisito que el filántropo impuso al arquitecto fue que el edificio no se pareciera a ningún otro museo del mundo. Wright, por su parte, creó un diseño que, en su opinión, sería “el mejor ambiente posible para exhibir pinturas de calidad o escuchar música”. Inicialmente, se bautizó como Museum of Non-Objective Painting y no fue hasta 1952, tres años después de la muerte de Solomon R. Guggenheim, que cambió su nombre al actual.
Sin embargo, como ha sido habitual con muchos edificios de estética rompedora, el inusual diseño de Frank Lloyd Wright para el Museo Guggenheim no se salvó de la controversia. Algunos críticos afirmaron que su arquitectura no cumplía su cometido porque dejaba en un segundo plano a las obras de arte expuestas en su interior.
Y semanas antes de su inauguración, el 21 de octubre de 1959, varios artistas firmaron una carta en protesta por la exposición de sus obras en un espacio cuyas paredes curvas estaban diseñadas para que las pinturas tuvieran que inclinarse hacia atrás, como en un caballete, una solución poco funcional, ya que la concavidad de las paredes dificultaba la exposición de las obras.
Frank Lloyd Wright y la arquitectura orgánica del Museo Guggenheim

Paredes curvas, rampas, membranas que dividen las distintas galerías…El Museo Guggenheim de Nueva York es un compendio de los intentos de Wright por incorporar formas orgánicas a la arquitectura y dotarlo de una mayor plasticidad.
El propio arquitecto definió el acero de la estructura del Guggenheim como tendones y músculos para ejemplificar su tesis de que los edificios debían funcionar como organismos vivos, siendo productos de su tiempo y conectando íntimamente con un momento y un lugar concretos.
Su proyecto para el nuevo edificio prescindió de los convencionalismos en el diseño de museos, con un exterior en forma de cilindro apilado de hormigón armado que se eleva hacia el cielo. Estas espectaculares curvas exteriores maximizan su efecto en su interior, donde Wright dirige a los visitantes desde la parte superior del edificio mediante un ascensor para luego hacerles descender por una suave rampa continua a lo largo de seis pisos y una distancia superior al cuarto de milla, permitiendo que un piso fluya hacia otro de manera natural mientras el visitante experimenta el arte expuesto a lo largo de las paredes.

Las vistas al atrio abierto también permiten la interacción entre personas ubicadas en diferentes niveles, lo que mejora el diseño en sección. Y si alzamos la vista al techo, este está coronado por una claraboya central por donde entra luz natural.
El diseño de Wright incluye detalles inspirados en la naturaleza, aunque también expresa su visión de la rígida geometría de la arquitectura modernista. Por ejemplo, las galerías se dividen en membranas que recuerdan a la de los cítricos, con secciones independientes pero interdependientes.
El propio arquitecto describió el significado simbólico de las formas del edificio: “Estas formas geométricas sugieren ciertas ideas, estados de ánimo y sentimientos humanos, como por ejemplo: el círculo, el infinito; el triángulo, la unidad estructural; la espiral, el progreso orgánico; el cuadrado, la integridad”.
El Museo Guggenheim en el siglo XXI
Con más de un millón de visitantes anuales, e icono de la ciudad de Nueva York, el Museo Guggenheim vincula su futuro artístico y de gestión con el de la tecnología.
Un ejemplo de esto último es el uso de la tecnología beacon, un tipo de dispositivo que utiliza señales Bluetooth de bajo consumo para enviar información a dispositivos móviles cercanos. Así, puede registrar el tiempo que los visitantes tardan en recorrer una exposición y qué obras son las que más tiempo pasan contemplando para optimizar el flujo de personas.
Si hablamos del comisariado, el museo neoyorquino también otorga cada vez más espacio al arte vinculado a tecnologías innovadoras mediante el programa LG Guggenheim Art and Technology Initiative, que promueve a artistas que utilizan la tecnología como medio artístico y como esta moldea a la sociedad y es moldeada por ella.
Algunas propuestas incluyen una investigación de cómo conseguir una Inteligencia Artificial más accesible e inclusiva basada en la necesidad de desarrollar algoritmos con una perspectiva más completa que refleje mejor el mundo real.
Otra artista crea entornos virtuales utilizando tecnologías emergentes que combinan la acción en vivo, captura de movimiento y software de animación para transformar la investigación de primera mano y el trabajo de campo documental en mundos especulativos inmersivos.
No sabemos qué le parecería esta apuesta a Solomon R. Guggenheim y a Frank Lloyd Wright, pero seguro aprobarían el binomio arte-tecnología. El primero, porque ya apostó por lo abstracto y vanguardista, y el segundo, porque rompió con los cánones arquitectónicos en el diseño de museos.


