Autora | Raquel C. Pico
¿Puede la inteligencia artificial cambiar por completo el día a día de las ciudades? Aunque los usos más lúdicos de la IA —desde pedir que edite una fotografía a resolver dudas del día a día— son los que más llaman la atención del público general, el potencial de esta herramienta va mucho más allá. Eso es, de hecho, lo que está empezando ya a llamar la atención de los gestores urbanos y en lo que se están centrando en su apuesta por la tecnología IA. Se busca integrar la IA en gobernanza y afianzarla como una palanca para un sistema administrativo más eficiente y resolutivo.
De hecho, algunas ciudades están ya experimentando con el uso de la inteligencia artificial para la gestión de permisos municipales. Lancaster (Estados Unidos) se ha convertido en uno de los primeros casos prácticos.
Cómo ha integrado Lancaster la IA
Lancaster —un municipio al norte de Los Ángeles de algo más de 100.000 habitantes— se ha convertido en una de las pioneras en Estados Unidos en el uso de IA en la gestión de permisos urbanos.
“Lancaster siempre ha sido una ciudad que ve posibilidades donde otros ven bloqueos”, asegura su alcalde, R. Rex Parris. “Estamos transformando la complejidad regulatoria en un motor de crecimiento económico, acelerando la innovación y ofreciendo mejores servicios para nuestros residentes y negocios”, suma.
La ciudad ha incorporado Labrynth, una IA nativa reguladora especializada en la gestión de permisos. La idea detrás de la integración es que el uso de la IA permita agilizar los procesos y aumente la transparencia.
Los usos de la inteligencia artificial

En cierto modo, las ciudades están siguiendo la estela de las empresas y la integración de la tecnología IA en las tareas administrativas: es la llamada 4ª revolución industrial. En esos entornos, la IA ya se encarga de automatizar tareas, resolver incidencias o ayudar en procesos de selección, haciendo cribados, encontrando valor o ayudando a prevenir sesgos.
Para las ciudades, las aplicaciones son parecidas, pero en áreas un tanto distintas. Algunas ciudades estadounidenses han creado ya gemelos digitales, usan tecnología IA en seguridad urbana o potencian la construcción de viviendas asequibles con su apuesta por la inteligencia artificial. Ahora, la están empleando para mejorar la eficiencia de la burocracia, como pueden ser las licencias de negocio, los permisos de construcción o los planes urbanísticos.
Así, no sorprende ver cómo y para qué va a emplear Lancaster su tecnología IA. La IA se encargará de hacer el primer análisis de las peticiones de permisos, así como de señalar errores (por ejemplo, la falta de documentación) o de ayudar a los solicitantes en el proceso. De este modo, se liberará recursos y tiempo entre el personal municipal y se sabrá con mayor rapidez en qué estado se encuentran las peticiones. El flujo de trabajo se volverá más ágil y los tiempos de espera más reducidos.
De hecho, y aunque Lancaster es pionera, no es la única ciudad estadounidense que está experimentando (o planeando hacerlo) con la integración de la IA en sus sistemas administrativos. También Los Ángeles, Honolulu o Austin están sumando IA a sus departamentos de urbanismo. En este caso, las soluciones elegidas son otras. Frente a la tecnología de Labrynth por la que ha optado Lancaster, Austin y Los Ángeles emplean la de Archistar y Honolulu lo hará con la de Clariti.
Estas ciudades están usando la IA para actividades concretas. Austin la usa en el análisis de permisos residenciales y en Los Ángeles en los de construcción (la IA se asegura de que se respeten el plan urbanístico de la zona y las normas de construcción). Honolulu planea integrarla como soporte para simplificar la petición de permisos para la ciudadanía.
Todos estos proyectos tienen en común un elemento: la transparencia. Se espera que el uso de tecnología IA ayude no solo a optimizar los sistemas administrativos, sino que ayude a que la población pueda navegarlos de una manera más sencilla y que sepan mejor a qué atenerse y por qué se toman las decisiones que se toman. La IA es un actor neutral.
Otros pioneros: Diella, la ministra albanesa hecha con IA
Justo esa neutralidad potencial de la inteligencia artificial y esa apuesta por la transparencia es lo que ha hecho que la tecnología IA se haya convertido en un elemento con un interés creciente en las administraciones públicas. No se debe olvidar que el potencial de la tecnología IA podría alcanzar cotas todavía por descubrir. Queda aún mucho camino por recorrer y muchas cuestiones por experimentar. Incluso, la inteligencia artificial puede tener aplicaciones a nivel Estado o en organismos supranacionales.
Una de las apuestas más virales de los últimos meses ha sido la de Albania. El país balcánico ha nombrado a una ministra IA. Se llama Diella y no es una política experta en inteligencia artificial, sino una ministra creada con esa tecnología.
Diella se va a encargar de los concursos públicos y la contratación, una suerte de muy neutral gestora del servicio público. El primer ministro albanés, Edi Rama, señaló a los medios en su presentación que esto permitirá que la contratación pública se convierta en “100% incorruptible”. La trazabilidad del proceso será así clara. Esto importa especialmente en el país porque su imagen pública global se ha asociado durante mucho tiempo a la corrupción.
Los sesgos de la IA
Con todo, y aunque a la IA no se le pueda ofrecer una mordida, tampoco se debe caer en la trampa de asumir que, por defecto, la inteligencia artificial es siempre neutral y un jugador aséptico. La tecnología IA también tiene sesgos, porque ha sido alimentada antes con datos generados por los propios seres humanos y, estos, presentan sesgos. Esto lleva a que su uso, especialmente en entornos públicos y con fines cívicos, deba ser asesorado a nivel ético y legal por personal especializado y que deba ser analizado de forma crítica.
Un ejemplo claro de los riesgos de los usos de la IA sin una visión crítica está en la justicia. Los algoritmos han estado asesorando a la justicia estadounidense sobre la duración de las penas y la concesión —o no— de reducciones de condenas. A primera vista, parecía una manera perfecta de no caer en los sesgos, ya que la IA funcionaba a ciegas. Sin embargo, una investigación periodística demostró que la inteligencia artificial presentaba sesgos raciales que hacían que las penas de las personas blancas fuesen más leves y las de quienes no lo eran más duras.


