Las Velas de Scampia: cuando la arquitectura inclusiva se vuelve contra las personas

Las Velas de Scampia: cuando la arquitectura inclusiva se vuelve contra las personas

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Autores | M. Martínez Euklidiadas, Raquel C. Pico

¿Puede la arquitectura desestabilizar un barrio a nivel social? ¿Juega un papel la forma que tienen los edificios con la presencia del crimen organizado? Las Velas de Scampia (Vele di Scampia en italiano) son la muestra de que la arquitectura influye en el comportamiento ciudadadano o, al menos, que esta puede ser usada para propósitos ilícitos con bastante éxito.

Durante los 80, la Camorra logró instalarse en las Velas de Scampia, por entonces un proyecto de desarrollo urbano en un barrio de nueva creación de Nápoles, Scampia. De ese modo, un proyecto arquitectónico que había nacido para mejorar las condiciones urbanas de la vivienda pública y con ello la inclusión de los colectivos vulnerables se convirtió, por el contrario, en una fuente de problemas, un punto caliente criminal y un entorno que hacía todavía más vulnerables a sus habitantes. Ahora, medio siglo después de que empezase su construcción, las Velas de Scampia se ha quedado como un recuerdo brutalista para dar paso a un proceso de regeneración urbana.

El caso de las Velas de Scampia

Scampia

Hacia 1960, Nápoles tenía un serio problema con la de pobreza. Ubicada en la zona sur de Italia, fue una zona deprimida durante en prácticamente todo el siglo XXI y XX. A pesar de su enorme patrimonio artístico, las penurias económicas estaban a la orden del día y sus habitantes vivían en malas condiciones.

Nápoles necesitaba una reforma urbanística urgente. Una de las potenciales soluciones pasaba por construir en una nueva zona en los 60: Scampia iba a ser uno de los barrios dormitorio de la ciudad, en el que se iba a ubicar a la población que necesitaba un hogar. Fue una solución que adoptaron muchas otras ciudades de Europa durante el siglo XX para responder a las necesidades de sus comunidades vulnerables.

Pero, para cumplir con ese objetivo, se necesitaban edificios. Es ahí cuando surge el proyecto de vivienda las Velas de Scampia, del que se hizo cargo el arquitecto y experto en urbanismo Franz Di Salvo. Apoyado en nuevas leyes estatales, Di Salvo diseñó un complejo de viviendas realmente moderno. Brutalismo, últimas tendencias y desarrollo urbano se aliaban para ofrecer una solución habitacional a las comunidades vulnerables de la ciudad.

Desde 1963 a 1975, años en que las Velas fueron construidas, el proyecto parecía ir bien. Cientos de familias sin hogar fueron reubicadas en estos edificios, nombrados de forma oficial con diferentes letras del alfabeto pero que se acabaron conociendo por los diferentes colores que tenían (Vela Amarilla, Celeste…). Se creó un parque de vivienda de protección oficial.

El proyecto se vendió internacionalmente como un éxito, pero a la sombra del urbanismo social y las buenas voluntades la corrupción campaba a sus anchas. La estructura descansaba sobre un trampantojo conformado por sobornos. Los cimientos no eran firmes, y el crimen organizado usó cada grieta. Lo que podría haber sido otro icono brutalista se convirtió, por el contrario, en un desarrollo fallido.

Las influencias de Le Corbusier y Kenzō Tange en Scampia

Scampia

A nivel arquitectónico, Las Velas de Scampia no brotaron sin más sobre un lienzo. Para diseñarlas, el arquitecto Franz Di Salvo se inspiró en otros edificios de protección oficial previos, tanto franceses (como la obra de Le Corbusier) como japoneses (como la de Kenzō Tange). De hecho, la estructura triangular se la debemos al primero y las pasarelas interiores que incidentalmente ayudarían a esconderse a la Camorra— al segundo.  Di Salvo usó referentes de primer nivel y fue ambicioso a la hora de establecer metas para los espacios, que, en su filosofía, buscaban tener un impacto positivo en sus habitantes y en la ciudad.

Llama la atención cómo edificios ideados con centros sociales, espacios de juego para los niños, un gigantesco parque, instalaciones comunitarias de todo tipo e incluso una estación de tren público pueden degradarse tanto como para convertirse un imán para la delincuencia.

Hoy sabemos que este modelo arquitectónico no es funcional, especialmente no para vivienda pública. El urbanismo de concentración se ha demostrado excepcionalmente útil a la hora de generar valor al unir talento. Sin embargo, esto funciona a un nivel ciudad, en un contexto más amplio. Cuando se aplica a barrios en los que se concentra a población en riesgo de exclusión, se acaban creando guetos. El urbanismo se convierte así en una barrera más y la densidad en un coste social.

¿Por qué falló este proyecto de desarrollo urbano?

Scampia

Ningún fallo urbanístico es fruto de un solo factor, y las Velas de Scampia no son una excepción. Se dio un cúmulo de circunstancias (de gobierno, urbanísticas, de diseño, sociales) que convirtieron la zona en un polvorín a punto de explotar.

Una mala aplicación de la ley 167

En 1962, unos años antes de construir los edificios, se aprobó una reforma urbanística en Italia de la mano de Fiorentino Sullo. La ley 167 iba a convertirse en una de las mejores políticas urbanísticas en materia de integración social, pero consiguió justo lo contrario.

Hoy entendemos por qué, pero entonces no era tan obvio. En lugar de construir nuevos edificios y combinar en ellos a población con diferentes estudios, distintos rangos de renta o nacionalidades, el ayuntamiento de Nápoles concentró en estos bloques a miles familias pobres o muy pobres, casi sin recursos. Fueron Viviendas de Protección Oficial, caldo de cultivo para la mafia.

Malversación y ocupación tras el terremoto

Aunque los edificios estaban pensados en primera instancia para unas 40.000 personas, antes incluso de que fueran terminados ya había cerca de 90.000 habitantes, casi una décima parte de todo Nápoles. Esto se debió a varios factores. El primero, la malversación de fondos públicos que impidió terminar los edificios. El segundo, el terremoto en 1980, que derribó algunas de las viviendas más pobres del resto de Nápoles. El resultado fue una migración en masa a las Velas. La Camorra solo tuvo que llegar y asentarse en el lugar.

Las pasarelas de las Velas

Scampia

A nivel arquitectónico, las Velas eran inhóspitas para la ley.  En los edificios existían varios pasillos centrales llamados ‘espinas’ que conectaban los pisos a diferentes alturas. La multitud de puntos de conexión entre las viviendas, los pisos y estas pasarelas hacían imposible perseguir a los delincuentes. Una vez en las Velas, la policía daba por perdido a todo delincuente que consiguiese alcanzar alguna de las edificaciones. A la depresión propia del clima económico del lugar se sumaba una arquitectura poco colaborativa con las autoridades.

Falta de recursos públicos en la zona

Pese a todos los factores previos, las Velas podrían haber tenido su oportunidad. El gobierno estatal o municipal tendría que haber invertido en un cinturón industrial, centros educativos superiores o de formación profesional que diesen salida a la pobreza de la zona. No fue así y la delincuencia ocupó ese espacio. Llegados a este punto, el proceso de deterioro era irremediable. Este suburbio de Nápoles había entrado en espiral.

La influencia de la policía en el desarrollo urbano

Hacer defendible un emplazamiento, incluso a nivel interno, ha sido una preocupación histórica tanto de estrategas militares como de urbanistas. Y la Nápoles de mediados del XX siguió la dinámica de policía de proximidad que siguieron otras ciudades europeas. A medida que crecían las urbes (Nápoles contaba con cerca de un millón de personas) se hacía necesario distribuir las fuerzas del orden y otro tipo de equipamiento urbano (parques de bomberos, hospitales, escuelas) a lo largo de toda la ciudad.

Con respecto a las Velas, la única respuesta viable era situar una comisaría de policía frente a las edificaciones. El Commissariato Scampia fue levantado en 1987, y desde entonces la presión policial sobre la zona ha sido notable. “Con respeto al Inspector Spina, tenemos que robar o hacer lo que tengamos que hacer”, comentaba un vecino en 2015 en un documental. Otros se quejaban de la presión policial de la comisaría. Sin competencias laborales básicas, para muchos vecinos la delincuencia menor, como la venta de prendas de ropa y cigarrillos de contrabando, parecía la única salida laboral viable.

Una nueva vida para Scampia y sus Velas

Scampia

Nápoles se está enfrentando en este siglo XXI a una paradoja. Por un lado, se ha puesto de moda y se ha convertido en una de esas ciudades virales en redes sociales. Por otro, todavía debe afrontar los problemas de degradación urbana y de pobreza de algunos de sus barrios. Scampia todavía sigue siendo sinónimo de barrio complejo. De hecho, todavía se incluye a Scampia en las clásicas listas de barrios más peligrosos de Nápoles para turistas, en los que Las Velas de Scampia se mencionan todavía como un lugar mejor a evitar. Aun así, Scampia es también un lugar muy conocido, porque ha entrado en la cultura popular global. Es el escenario de series como Gomorra.

Las Velas de Scampia nunca llegó a ser la “aldea vertical” que planeaba Franz Di Salvo y nunca fue un oasis utópico para sus habitantes. A eso hay que sumar que los edificios no aguantaron bien el paso del tiempo. De hecho, en 2024 se desplomó el balcón de una de las velas, la Celeste, y murieron tres personas. Desde finales ya de los años 90 se ha planteado la necesidad de regenerar este espacio urbano para conseguir reconducir sus problemas. El gobierno local ha apostado por derribar Las Velas de Scampia y reinventar la zona.

De los 7 grandes complejos de pisos que eran Las Velas de Scampia en sus orígenes, ya solo quedan dos edificios. Los cuatro primeros se demolieron en 1997, 2000, 2003 y 2020. En 2020 se estimaba que la demolición aún pendiente necesitaría un presupuesto de unos 18 millones de euros, a los que habría que sumar 120 millones para rehabilitar la zona con nuevos usos.

En 2024, se anunció a la población que todavía residía en el complejo que debían abandonar Las Velas. El realojo permitía afrontar qué hacer con los edificios que todavía quedaban en pie. En 2025, se demolió en 40 días la Vela Amarilla, que era además simbólica de la Camorra. “Estamos haciendo lo posible para intentar resolver un problema que existe desde hace décadas” y erradicar “situaciones de vivienda que no eran las de un país civilizado”, aseguraba entonces el alcalde de Nápoles, Gaetano Manfredi.

Los dos edificios que permanecen en pie tendrán futuros muy diferentes. Uno de ellos será también demolido y el otro está siendo rehabilitado como espacio de oficinas para el gobierno municipal, lo que permitirá conservar una pieza de este patrimonio urbano brutalista. En el espacio que habían dejado vacío las Velas ya perdidas, se ha levantado ya una de las facultades de la Universidad de Nápoles.

Los retos urbanos del Nápoles del siglo XXI

Regenerar Scampia es uno de los retos urbanos a los que se enfrenta Nápoles, pero no el único. La ciudad tiene en marcha otras propuestas de transformación urbana para afrontar sus brechas de pobreza, sociales o medioambientales. Así, un proyecto de Zaha Hadid está intentando conectar la zona este de la ciudad salvando una playa de vías que funcionaba como barrera urbana y el proyecto Bagnoli quiere convertir una planta siderúrgica en desuso en una zona verde.

La ciudad se enfrenta también a un boom de turismo, en el que sus calles y el aire ligeramente decadente de su centro histórico se ven de forma romántica e intansgrameable. Incluso, los alquileres turísticos ocupan ya espacios céntricos en la urbe. Nápoles está de moda en redes sociales, sentenciaba a principios de 2025 The New York Times, mientras sigue teniendo una de las tasas de paro juvenil más elevadas de Italia (un 43%) y asiste a un recrudecimiento de la violencia. Son, justamente, parte de los problemas que estaban en el corazón del fracaso de Las Velas de Scampia.

Fotos |  Mirko BozzatoRafael_Wiedenmeier/iStockFlyres/iStockenzodebernardo/iStockenzodebernardo/iStockRafael_Wiedenmeier/iStock

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