Autora | Raquel C. Pico
Naces, creces y, cuando llega el momento de desempeñar una profesión, te marchas a la gran ciudad a sacar el mayor partido a todos tus talentos. Este es, en grandes líneas, el argumento de muchas películas, novelas y series, ya casi un tropo del mundo de la ficción.
Si funciona tan bien es porque la audiencia lo conoce a la perfección. Las ciudades llevan siglos ya arrastrando a la urbe a la población rural y, ahora también, a la de las ciudades pequeño tamaño o a lo de los municipios a medio camino entre lo rural y lo urbano. Se han convertido en ciudades captadoras de talento, lo que las afianza como grandes aglomeraciones urbanas y lo que lleva a que, a pesar de la caída de la natalidad, sigan ganando habitantes. El crecimiento urbano está poderosamente interconectado con la llegada de esta población.
El fenómeno es lo que Jesús Fernández-Villaverde, profesor de economía en la Universidad de Pennsylvania, denomina “ciudades esponja“. No se habla aquí de las ciudades esponja con un fin medioambiental (el uso más habitual del término), que usan de forma estratégica la vegetación para afrontar los retos del cambio climático, sino de un proceso demográfico paralelo a la caída de la población. En ese contexto, los habitantes de los países se concentran en las ciudades principales del territorio, que funcionan como polos de atracción.
Las razones detrás de estas ciudades captadoras
El experto da tres razones claras para explicar el fenómeno. Una es la cuestión del ocio. Las zonas que pierden población pierden también esta clase de servicios, especialmente valorados por la población más joven. Esto lleva a que haya quien prefiera vivir en una zona con servicios en vez de quedarse en sus zonas de origen, que los han perdido. De hecho, este fenómeno es uno de los que se menciona de forma recurrente cuando se habla de la llamada España vaciada (la pérdida poblacional de la España interior y rural): cuando desaparece el bar —punto de encuentro para los habitantes que ofrece socialización, pero también otros servicios tangibles— el pueblo languidece.
Otra de las cuestiones son los servicios. Las ciudades captadoras son también los lugares en los que están los hospitales, las universidades y otros centros de enseñanza o las tiendas más destacadas. Hasta en zonas rurales que han logrado mantener una atención médica de calidad, el hospital de referencia para las cuestiones más graves estará en un entorno urbano. Y algo tan prosaico como un supermercado surtido es cada vez más difícil de encontrar en algunas áreas rurales, que se han convertido en —paradójicamente— desiertos alimentarios.
Y, finalmente, el otro gran punto es el del talento. Las grandes ciudades captadoras son las que cuentan con la mayor parte de los trabajos, algo que ni siquiera el boom del teletrabajo ha logrado frenar. “Sí, puedes teletrabajar en algunos trabajos, pero existen menos de esas ocupaciones de las que crees”, como escribe Fernández-Villaverde. Por eso, las grandes ciudades a nivel global se convierten en un polo de atracción, porque consiguen que la población deba acabar en ellas si quiere desempeñar su profesión.
Son los lugares que han captado industria y donde se instalan las grandes empresas. Hasta la mayoría de los principales focos de empleo público suelen estar concentrados en estas urbes.
En cierto modo, este ‘robo’ de población es parte de la esencia del crecimiento urbano y lleva siéndolo desde hace décadas.
Una batalla entre ciudades
Incluso, ya se registra una competencia global. Esto es, las ciudades compiten con otras ciudades por captar talento. Han empezado a tener en cuenta a la hora de tomar decisiones de urbanismo, estrategia o políticas públicas qué conseguirá hacerlas más relevantes en el mercado internacional. Posicionarse entre las ciudades más atractivas y vivibles consigue activar una palanca para atraer no solo el talento del mercado estatal sino también del global.
En los últimos años, las ciudades de mediano tamaño han sabido explotar estas cuestiones, ofreciendo una mejor calidad de vida como reclamo añadido que les permitía generar crecimiento económico vía captación de talento global. Habitualmente se apuesta a dos cartas fundamentales: convertirse en un polo de atracción de talento y usar la tecnología para afianzarse como ciudad inteligente para añadir robustez a la economía local.
Algunas ciudades captadoras
Por eso, los ejemplos de ciudades captadoras de población y talento llegan desde todas partes. Se pueden encontrar muestras de estas ciudades esponja repartidas por todo el mundo. En Japón, la prefectura de Tokio es la única que muestra un crecimiento de población, frente al del país que pierde habitantes a diferentes velocidades.
En España, se ha escrito mucho sobre el fenómeno de vaciado del interior del país hacia la costa. Las áreas costeras y más urbanas son el punto de atracción y sus ciudades captan habitantes y talento. Es donde están las oportunidades de empleo y las atracciones urbanas funcionan como un faro.
Existe, eso sí, una potente excepción: la capital, Madrid, está en el medio de la Península Ibérica y es, sin duda, una de las principales ciudades captadoras de población del Estado. En la primavera de 2025, la ciudad superó los 3,5 millones de habitantes, la cifra más alta de la historia según la información oficial de su ayuntamiento (la cifra de habitantes del área metropolitana es mucho más elevada). Los movimientos migratorios interiores y exteriores (desde otras ciudades de España y desde otros países) muestran una tendencia al alza.
Es un ejemplo de un patrón que también se podría explicar con París y Francia o Londres y Reino Unido, por sumar otro par de grandes urbes.
Foto | Jezael Melgoza


