Autores | Jaime Ramos, Raquel C. Pico
El Día Internacional de la Juventud se celebra el 12 de agosto y vuelve sobre un punto de vital importancia para las ciudades: la integración y participación activa de los jóvenes en las dinámicas sociales. ¿Por qué es tan importante?
Los jóvenes y la cohesión social
En principio, destacar el papel de la juventud importa porque los jóvenes son fundamentales para generar cohesión social. La cohesión social es el nivel de consenso y de sensación de pertenencia que sienten los miembros de una comunidad. La presencia —o ausencia— de este sentimiento tiene un impacto directo en el bienestar de la comunidad, en su diversidad e inclusión o en la capacidad para afrontar crisis de todo tipo, desde la respuesta colectiva a una pandemia hasta los efectos de una recesión económica.
Varios son los factores que impactan en la cohesión social. Está la similitud de las personas que forman el grupo y la dificultad o facilidad de entrar en ese entorno, así como el tamaño del propio grupo analizado. Para lograr una buena cohesión social es importante generar un orgullo de pertenecer a ese grupo, una conexión que permita trabajar por el bien común y escuchar y tener en cuenta a todos aquellos que forman parte de esa sociedad.
Los jóvenes son, justamente, uno de los puntos críticos. Lo son por, por un lado, porque las crisis y la falta de oportunidades —la ruptura de la equidad social— les afecta de forma específica. Por otro, porque ahora mismo son una de las demografías que muestran una mayor tendencia hacia la desafección política y democrática; esto es, son quienes menos se sienten parte del grupo.
De ahí que sea crucial diseñar medidas pensadas para la juventud y sus problemas e intereses, pero también recordar su papel determinante en las sociedades. Es en ese cruce de cuestiones en el que se asienta y se celebra el Día Internacional de la Juventud.
¿Qué es el Día Internacional de la Juventud y por qué se celebra?
Fue a finales de 1999 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas impulsó este día y lo fijó el 12 de agosto. Según la ONU, la jornada sirve para “valorar a la juventud, ponerla de relieve ante la comunidad internacional, celebrando su potencial como aliado global de la sociedad”.
Se insta a los jóvenes a “pensar qué pueden hacer por su comunidad y cómo pueden extender el mensaje de forma efectiva” a través de los diferentes canales y medios de comunicación social.
El énfasis con los jóvenes no es nuevo. Las Naciones Unidas llevan desde la década de los 60 tratando de promover la participación en este rango de edad con la meta de asentar en las comunidades valores fundamentales como la paz, el respeto mutuo y el entendimiento entre pueblos.
El papel de los jóvenes en la esfera pública
Los impulsos de la ONU han servido de semilla global para aportar soluciones a nivel local según las particularidades de cada comunidad. En ese sentido, las asociaciones juveniles y sus programas se han convertido en un instrumento clave en la consolidación de valores cívicos, la prevención del crimen y la desigualdad.
Integrar a la juventud localizada en un barrio o población local en la toma de decisiones otorga unos preciados frutos. Sin embargo, no resulta una tarea sencilla. Las asociaciones persiguen dotar de nuevos objetivos a unas comunidades que, en gran cantidad de ocasiones, se muestran reticentes al cambio.
Este fenómeno se repite en barrios donde la criminalidad es un problema. El crimen entre adolescentes suele responder, por lo general, a unos patrones diferenciados. Se puede comprobar los numerosos estudios en la materia. Por ejemplo, en el realizado en la ciudad de Toronto que muestra cómo el 65% de la criminalidad entre los 12 y los 17 años tiene como escenario localizaciones públicas, justo a la inversa que los delitos con autoría adulta. El trabajo pone de relieve otra realidad común: las zonas con menores ingresos son más susceptibles a los incrementos de la criminalidad.
Participación electoral: un ejemplo de desafección
El rol de los jóvenes en la esfera pública se ha evidenciado en otro termómetro, el electoral. En los últimos años, la participación de los jóvenes en las elecciones ha ido a la baja.
En 2020, The New York Times publicó un interesante estudio analizando los motivos, no solo en Estados Unidos, sino a nivel global. Si nos quedamos en Estados Unidos, menos de la mitad de los jóvenes de entre 18 a 29 años votaron en las elecciones de 2016. Entre los motivos apuntados, están los escollos burocráticos del país. Aun así, los expertos coinciden en un flujo común que subyace y que tiene que ver con la no inclusión de los jóvenes.
La tendencia se ha ido agravando desde entonces, ya que el impacto de la pandemia primero y de las crisis posteriores después han aumentado la brecha de la juventud. Un estudio de la Universidad de Comillas sobre la juventud española concluía en 2023 que el 80% de los jóvenes “no se siente escuchado por los políticos y es una de las razones de la desafección social hacia la política y de erosión democrática”.
El dato es extrapolable a otras democracias maduras, tanto que en las últimas elecciones la Unión Europea lanzó una campaña específica para impulsar a los jóvenes a votar y reconectarse con ellos. El hastío, la desconfianza ante las instituciones y la sensación de que los olvidan en las políticas públicas eran las explicaciones que los análisis en medios barajaban entonces como explicación ante esta desafección política. En resumidas cuentas, se había roto la balanza y se había perdido la cohesión social con los jóvenes.
Dame una meta y moveré el mundo
Sin embargo, conectar con los jóvenes es posibles y es ahí donde se vuelve de nuevo a la ciudad, su urbanismo y su trabajo de barrio. Desde las comunidades se puede trabajar la cohesión social, fomentando las asociaciones juveniles o las iniciativas de la juventud. De hecho, ha sido la propia juventud la que se ha asentado como abanderada en la introducción de cuestiones clave en el debate colectivo, como la crisis climática.
Existe algunos casos de interés en los que se puede comprobar con qué margen de actuación cuentan las asociaciones para redimensionar el papel de los jóvenes en la comunidad. La histórica Youth Association en Yorkshire resulta un ejemplo paradigmático de lo mucho qué se puede hacer.
En la actualidad, cuentan con nueve programas específicos que abarcan diversas áreas. En la prevención de la criminalidad, recientemente su grupo StreetVoice produjo un cortometraje basado en historias reales del barrio de Great Horton para prevenir y concienciar sobre los ataques con arma blanca.
El trabajo en grupos comunitarios termina por nutrir a los jóvenes con objetivos comunes imprescindibles para acometer los desafíos actuales a nivel global. Un ejemplo universal en la integración de los jóvenes es el del movimiento Youth Climate Action. La identificación de las urgencias climáticas deja patente lo crucial de la participación de los jóvenes. Y es que no podemos, ni debemos, dar la espalda al futuro.
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